Escuela de Formación para Monaguillos San Esteban Diacono "La Guangala"

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Servir Por Amor A Cristo

domingo, 9 de junio de 2013

http://monaguillosdesanestebandiacono.blogspot.com/


 
Del griego epíklesis (verbo epikaléin = invocar sobre). Como no es posible ninguna liturgia sin la presencia de] Espíritu Santo, la epíclesis es una dimensión fundamental de toda celebración litúrgica. Y puesto que el Espíritu Santo está presente y actúa en la vida de la Iglesia, su presencia y su acción se requiere para la vida de los miembros del Cuerpo de Cristo, especialmente donde esta vida se constituye, crece y se desarrolla, es decir, en la acción litúrgico-sacramental. En todo sacramento o acción litúrgica, en cuanto acontecimientos de culto de la nueva economía de salvación «en espíritu y en verdad", siempre está presente el Espíritu Santo actuando en plenitud: siempre tiene lugar la introducción del Espíritu Santo por medio de su presencia invocada (epíclesis).
En la eucaristía se invoca al Espíritu para que queden consagrados los dones ofrecidos, el pan y el vino, es decir, para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo. Y para que la víctima inmolada, que se recibe en la comunión, ayude a la salvación de los que participan de ella y actúe sobre la comunidad eclesial celebrante, se invoca por segunda vez al Espíritu. En la participación en los santos misterios la asamblea puede entonces afianzar cada vez más su propia unidad con Cristo y en la relación mutua, alcanzando el fruto más grande de gracia y santificación. De esta manera los dos efectos (objetivo sobre los dones y subjetivo en los participantes) se sitúan en estrecha dependencia con el Espíritu invocado.
Aunque en el canon romano no hay una mención explícita del Espíritu Santo, hay sin embargo plegarias análogas que insisten especialmente en la idea de ofrenda del sacrificio. Los orientales atribuyen a la epíclesis eucarística un valor propiamente consecratorio, mientras que los occidentales atribuyen sobre todo a las palabras de la institución de la eucaristía la virtud de transformar los elementos del pan y del vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Hay que subrayar además la acción del Espíritu en las otras epíclesis sacramentales y plegarias litúrgicas.
En todo sacramento o acción litúrgica está siempre presente el Espíritu actuando en su plenitud. La celebración es el lugar por excelencia en el que se invoca y se da al Espíritu Santo. En la bendición del agua bautismal se pide al Padre que infunda «por obra del Espíritu Santo la gracia de su único Hijo". Y se le pide también que «descienda a esta agua la virtud del Espíritu Santo" En la confirmación se invoca al Padre para que infunda el «Espíritu Santo Paráclito: espíritu de sabiduría, de entendimiento, espíritu de consejo, de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad". Y lo que se da entonces como don es «el sello del Espíritu Santo". En el sacramento de la penitencia el ministro pide a Dios, «Padre de misericordia que... derramó el Espíritu Santo para remisión de los pecados», que conceda al penitente el perdón y la paz. En la unción de los enfermos, cuando hay que bendecir el óleo, se pide a Dios, Padre de todo consuelo, que envíe desde el cielo al «Espíritu Santo Paráclito». Y durante la unción se dice: «Por esta santa unción y su piadosísima misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo» Pero es sobre todo en los ritos de ordenación donde se pone de relieve la acción del Espíritu en las epíclesis consecratorias. Sobre el obispo: «Derrama ahora sobre este elegido la fuerza que viene de ti, Padre, tu Espíritu que lo gobierna y lo guía todo: tú lo diste a tu querido Hijo Jesucristo y lo transmitiste a los santos apóstoles...". Sobre el presbítero: « Renueva en él la efusión de tu Espíritu de santidad". Sobre el diácono: «Derrama en él al Espíritu Santo, que lo fortifique con los siete dones de tu gracia, para que cumpla fielmente la obra del ministerio".
Por lo demás, no puede haber acción consecratoria sin la invocación del Espíritu Santo, asociada al gesto apostólico de la imposición de manos.
Se puede concluir entonces que toda auténtica acción litúrgica es epíclesis del Espíritu, epifanía del Espíritu, sacramento del Espíritu.