Escuela de Formación para Monaguillos San Esteban Diacono "La Guangala"
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domingo, 21 de julio de 2013
miércoles, 10 de julio de 2013
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
SACRAMENTO
DE
LA
RECONCILIACIÓN
- Examen
de conciencia
- Dolor
de corazón
- Propósito
de enmienda
- Confesión
- Penitencia
1. EXAMEN DE CONCIENCIA:
Es
recordar, es volver la mirada sobre uno mismo, con atención y valentía sobre
los pecados propios, desde la última confesión bien hecha. Están
representados como cadenas que nos atan. El acento no es tanto ‘las normas que
falté’, si no los vicios y pecados a los que me esclavicé.
2. DOLOR DE CORAZÓN:
Se trata
de experimentar el sentimiento de pena por haber pecado. En la imagen,
vista desde lo alto, porque el dolor de corazón se da de cara al amor del
Señor. Uno se muestra frágil, pequeño, limitado, pecador para poder darle el
peso adecuado al mal cometido.
3. PROPÓSITO DE ENMIENDA:
Hacerse la
firme resolución de no volver a pecar y de poner todos los medios para evitar
toda posible ocasión de pecar nuevamente. En la imagen, el personaje
se muestra grande ante el desafío, con rostro decidido y el puño
alzado (como símbolo de fuerza de voluntad).
4. CONFESIÓN:
Confesar ante el sacerdote todos los pecados cometidos anteriormente con
su número y circunstancia. Conviene decir también los pecados veniales. En la imagen, se rompen las
cadenas que esclavizaban al personaje en el momento de la confesión. El
muchacho se muestra con rostro alegre y sereno nuevamente.
5. PENITENCIA:
Significa rezar las oraciones y cumplir las buenas obras que manda
el confesor.
MENSAJE FINAL:
Esta imagen la puse al final en el caso de que se quiera agregar algún
mensaje último para añadir a la explicación del sacramento, por ejemplo el
horario de confesiones, recomendaciones extras, etc.
lunes, 8 de julio de 2013
sábado, 6 de julio de 2013
sábado, 15 de junio de 2013
domingo, 9 de junio de 2013
Del griego epíklesis (verbo epikaléin = invocar
sobre). Como no es posible ninguna liturgia sin la presencia de] Espíritu
Santo, la epíclesis es una dimensión fundamental de toda celebración litúrgica.
Y puesto que el Espíritu Santo está presente y actúa en la vida de la Iglesia,
su presencia y su acción se requiere para la vida de los miembros del Cuerpo de
Cristo, especialmente donde esta vida se constituye, crece y se desarrolla, es
decir, en la acción litúrgico-sacramental. En todo sacramento o acción
litúrgica, en cuanto acontecimientos de culto de la nueva economía de salvación
«en espíritu y en verdad", siempre está presente el Espíritu Santo
actuando en plenitud: siempre tiene lugar la introducción del Espíritu Santo
por medio de su presencia invocada (epíclesis).
En la eucaristía se invoca al Espíritu para que queden
consagrados los dones ofrecidos, el pan y el vino, es decir, para que se
conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo. Y para que la víctima inmolada,
que se recibe en la comunión, ayude a la salvación de los que participan de
ella y actúe sobre la comunidad eclesial celebrante, se invoca por segunda vez
al Espíritu. En la participación en los santos misterios la asamblea puede
entonces afianzar cada vez más su propia unidad con Cristo y en la relación
mutua, alcanzando el fruto más grande de gracia y santificación. De esta manera
los dos efectos (objetivo sobre los dones y subjetivo en los participantes) se
sitúan en estrecha dependencia con el Espíritu invocado.
Aunque en el canon romano no hay una mención explícita
del Espíritu Santo, hay sin embargo plegarias análogas que insisten
especialmente en la idea de ofrenda del sacrificio. Los orientales atribuyen a
la epíclesis eucarística un valor propiamente consecratorio, mientras que los
occidentales atribuyen sobre todo a las palabras de la institución de la
eucaristía la virtud de transformar los elementos del pan y del vino en el
cuerpo y la sangre del Señor. Hay que subrayar además la acción del Espíritu en
las otras epíclesis sacramentales y plegarias litúrgicas.
En todo sacramento o acción litúrgica está siempre
presente el Espíritu actuando en su plenitud. La celebración es el lugar por
excelencia en el que se invoca y se da al Espíritu Santo. En la bendición del
agua bautismal se pide al Padre que infunda «por obra del Espíritu Santo la
gracia de su único Hijo". Y se le pide también que «descienda a esta agua
la virtud del Espíritu Santo" En la confirmación se invoca al Padre para
que infunda el «Espíritu Santo Paráclito: espíritu de sabiduría, de
entendimiento, espíritu de consejo, de fortaleza, espíritu de ciencia y de
piedad". Y lo que se da entonces como don es «el sello del Espíritu
Santo". En el sacramento de la penitencia el ministro pide a Dios, «Padre
de misericordia que... derramó el Espíritu Santo para remisión de los pecados»,
que conceda al penitente el perdón y la paz. En la unción de los enfermos, cuando
hay que bendecir el óleo, se pide a Dios, Padre de todo consuelo, que envíe
desde el cielo al «Espíritu Santo Paráclito». Y durante la unción se dice: «Por
esta santa unción y su piadosísima misericordia te ayude el Señor con la gracia
del Espíritu Santo» Pero es sobre todo en los ritos de ordenación donde se pone
de relieve la acción del Espíritu en las epíclesis consecratorias. Sobre el
obispo: «Derrama ahora sobre este elegido la fuerza que viene de ti, Padre, tu
Espíritu que lo gobierna y lo guía todo: tú lo diste a tu querido Hijo
Jesucristo y lo transmitiste a los santos apóstoles...". Sobre el
presbítero: « Renueva en él la efusión de tu Espíritu de santidad". Sobre
el diácono: «Derrama en él al Espíritu Santo, que lo fortifique con los siete
dones de tu gracia, para que cumpla fielmente la obra del ministerio".
Por lo demás, no puede haber acción consecratoria sin
la invocación del Espíritu Santo, asociada al gesto apostólico de la imposición
de manos.
Se puede concluir entonces que toda auténtica acción
litúrgica es epíclesis del Espíritu, epifanía del Espíritu, sacramento del
Espíritu.
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